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es socorrer la luz
Santiago FeliúPorque las máscaras siempre se le han dado bien a Moisés. Porque pasó parte de su vida, allende los mares coleccionando máscaras africanas. Porque pintar para él es una fiesta. Porque la vida está llena de máscaras, porque le sobran motivos para festejar… Moisés Finalé lo pinta todo y no se enmascara para hacerlo, aunque su estudio es el sitio sagrado donde solo entra quien él decide, en el momento que él decide. Conversa con sus cuadros, le hablan, renacen sus personajes y asoma el jolgorio. Esta vez Finalé ha querido invitar a dos buenos amigos, ha unido tres generaciones en una misma sala. X Alfonso y Maden Morgan lo acompañan en su fiesta. Por vez primera Moisés interviene una fotografía, al encontrarlas en uno de esos hangares de la Fábrica de Arte, comenzó a tejer con X una historia de cubanidad y folklore que, en buen cubano, despalillaron en minutos. Entonces los rostros del muchacho criado entre la música y la canción de Síntesis, comenzaron a tornarse en toque de tambores y ruidos de penachos cayendo. Comenzó a emerger el olor de la tierra y la sonrisa oculta detrás de los claroscuros y el aleteo de una mariposa bajo el efecto de Inside, su más reciente disco, o era, quizá, la música sonando en una Habana Blues. Para esta serie, Equis ha buscado un alias VAE, “para que la gente no confunda, pa separar una cosa de otra, no poner el nombre tuyo a todo lo que haces. …La fotografía tiene una cosa muy de ella, que es el momento exacto” le escuché decir a Equis una de esas noches en la Fábrica cuando hizo la premier de su serie fotográfica. Ahora, sus fotos están tatuadas por la mano de Finalé. Ellas hablan por sí solas… A Víctor Manuel Maden Morgan lo descubrimos por azar en una de nuestras visitas a la familia de Cárdenas, la ciudad portuaria escondía un tesoro. Un pintor atípico, en estos momentos en el arte contemporáneo donde la pintura va por caminos de búsquedas conceptuales, sociales, él se mantiene en una pintura más pura, buscando los orígenes en Juan Roberto Diago Querol, uno de los artistas esenciales de la historia de la plástica cubana del siglo XX; en Raúl Martínez, de quien toma lo más puro de su expresionismo abstracto, una pintura que juega y baila entre lo abstracto y lo figurativo, con propuestas de materiales como el yute, el óleo e incorporando elementos a su obra como los metales . En este momento, a pesar de su corta edad, Maden Morgan se inscribe en esa generación que ha comenzado a revindicar el arte bidimensional, cosa que había pasado en los 80 con “4x4” que defendió el equilibrio entre tradición y modernidad; su propuesta es pictórica, no hay detrás de sus piezas una intención social. Hay en él un acercamiento a la tierra, la preferencia por los tonos ocres y terrosos reafirma el sentido que para Maden Morgan tiene ahondar sobre las raíces, la génesis de la vida y la evolución de la civilización. En esta fiesta nos recibe una especie de Menina transfigurada en diablito, la disyuntiva entre lo afro y lo occidental que ha acompañado siempre la poética de Moisés. Luego, acuña la pared más larga de Artis 718 con una gigantesca pieza, nacida de este confinamiento, el diálogo eterno de estas impresiones sobre lienzo, han poblado su estudio en estos días de encierro y de espera. Fiesta de máscaras es eso, conversación, cháchara, picoteo, ruido, murmullo, confidencia. Convidados estamos a esta fiesta necesaria. Corramos el velo de estas máscaras y descubramos la franqueza de tres artistas, las coincidencias, el amor por Cuba. La Luz… Yamilé TabíoEn El Vedado de 2020
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